Todo apunta a que Nicolás Gómez Iglesias se valió de dos viejos trucos para intentar prosperar en este país donde los negocios se hacen siempre así de mal: alardear de sus contactos, exagerando su grado de cercanía con ellos y haciéndose pasar por quien no era para lograr una red de influencia aún mayor. Y también, convertirse en improvisado mediador de un conflicto, acudiendo a cada una de las dos partes enfrentadas como supuesto enviado de la otra para negociar.
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