miércoles, 11 de marzo de 2015

La Droga Absoluta, de Benjamín Orrego

En esta empresa cada uno aportaba con lo suyo. Ana, una estudiante de filosofía inteligente y conciliadora; Nicanor,  un  joven psiquiatra; Marko un  trotamundos, conocedor de múltiples oficios y culturas, sobre todo el mundo aborigen y chamánico de la América mágica.

En resumen su racionamiento fue simple: si todos los que dicen haber poseído la verdad, narran cosas tan distintas de ella; todos comparten el sentimiento de tenerla o de haberla tenido. Como los sentimientos y pensamientos tienen un paralelismo físico-químico en el cerebro, la verdad es entonces una molécula psicotrópica.

Federico Nietczshe, el notable filósofo Alemán, describe dos actitudes humanas de meditar ante la vida, la llama Apolinia y Dionisiaca. La primera basada en Apolo, el dios Solar de los griegos, es la reacción quieta y contemplativa de una estrella lejana que asiste a las convulsiones de la vida sobre la tierra.

Una estatua de Apolo o una del Budha expresan claramente esta actitud que es considerada generalmente como la del hombre sabio: ese que "no interrumpe su camino para escuchar el ladrido de los perros y espera, sentado ante su puerta ver pasar el cadáver de su enemigo".

Herman    Hesse,    el    novelista    Alemán    que    se    ha transformado en uno de los grandes maestros de la juventud del siglo XX metaforiza sobre esta actitud en su novela  "Narciso  y  Goldmundo",  pone  al  lado  de  la reacción Apolinia la de Narciso y al lado de Goldmundo, la Dionisiaca. Al final del camino, en las últimas páginas de la novela de Hesse descubrimos que ambas formas han llegado a la misma comprensión, a un conocimiento semejante: No hay dos sabidurías.

Pero esta forma de expresar los dos caminos que definió Nietczshe es producto del análisis, de una división, a lo largo de la vida del hombre se dan naturalmente las dos actitudes meditativas.

Mientras la reacción Apolínea contempla las vicisitudes de las circunstancias, la actitud Dionisiaca se sumerge en ellas, se entrega al azahar de los cambios sin tratar de alterar el curso de la acción, sino, simplemente de vivirla hasta su estado final.

Ambas actitudes exigen voluntad y valor. Tan difícil como contemplar inmóvil los cambios del mundo es penetrar en ellos dejándose llevar por la vorágine. Y se requiere el mismo tipo de valor, tanto para dejarse llevar por los estímulos externos e internos, como para asistir a su desarrollo sin criticarlos no tener más opinión sobre ellos que la de una nube que atraviesa el cielo.

A la acción y la voluntad deben seguir la quietud y la meditación si queremos equilibrarnos en la cuerda de la existencia. El efecto de la acción, de la razón, y de la voluntad por si solos, resuelven una parte de la vida, la comprensión, el amor, y la intuición, completan la psiquis del hombre realizado.

Se    podría   decir    que   Marko    encarnaba   la   actitud Dionisiaca y Nic la Apolinia. 

El   mismo   entró   un   par   de   veces   a   los laboratorios de la Facultad de Medicina a robar algunos elementos  que faltaban para sus investigaciones y,  Ana y Marko empezaron a sospechar que quizás Nic estaba experimentando solo y en secreto con pequeñas dosis de las mezclas psicotrópicas que tentativamente realizaban.

Puestos a imaginar, la droga del futuro, la droga perfecta, sería aquélla que fuese la más potente, además de la más inofensiva

Los  cambios  en  la  personalidad  de  Nic  llegaron  a  su punto crítico cuando una noche en que Ana y Marko lo fueron a buscar al laboratorio, él no abrió la puerta.

Marko hecho la puerta abajo y lo encontraron de pie en la habitación, tambaleándose y mirando a su alrededor con aire extraviado “¡Es él! ¡Es él! ¡Ha venido aquí!” Gemía.

Sus labios estaban pálidos. Por su cara resbalaban gruesas gotas de sudor, de pronto pronuncio unos números sin sentido, algunas palabras y trozos de frases. Era algo espantoso.

Empleaba palabras muy extrañas y las mezclaba de modo chocante.

Después volvió a quedar silencioso, pero siguió moviendo los labios. Entonces Ana le dio un masaje y le hicieron beber algo. Pero de pronto rugió “¡allí! ¡Allí! ¡En el rincón! ¡Esta  allí!”.Luego dijo

...Los  seres  humanos  que  habitan debajo  de  la  tierra  miden  como  una  banana  tienen  el cuerpo negruzco parecido a un pescado...

...una membrana en el cuello los separa de lo que parece una cabeza con una extraña cara...

...y se comen... uno los come...  

Daba patadas      en        el         suelo   y          chillaba.

Le tranquilizaron diciéndole que nada ocurría de extraordinario, y se fue calmando poco a poco, durmió muchas horas y volvió a ser un hombre casi normal y soportable.

Ana y Marko sospecharon que quizás la manipulación de “Nabur” le produjo una intoxicación o quizás el exceso de trabajo  estaba     desestabilizando        al tradicionalmente controlado Nic.

Le obligaron a pasar unos días de descanso en el cerro Lauca. Ana Nic y Marko solían acampar en el cerro Lauca cuando querían distenderse de alguna presión cotidiana.

Marko y Ana continuaron con las investigaciones. Tenían tres grupos de ratas. Las ratas de uno de estos grupos empezaban a dar signos de híper inteligencia pero les estaba ocurriendo algo extraño.

Importante era saber cómo dosificar el consumo de la droga  para  que  no  crear  tolerancia  ni  sensibilización. Ellos pensaban que debía tomarse las menos veces posibles, esta era la única manera que no creara efectos indeseados               ni desestructuración psíquica, ni daño neurológico.

Debían comprender y controlar el sustrato neurológico de los cambios psíquicos y conductuales que generaba la sustancia. Debía estudiarse la asociación del consumo de la droga y el espacio físico y relacional.

Como suele ocurrir con las malas noticias estas llegan más rápido que un rayo. A los pocos días una llamada por teléfono desde la comisaría de Santalismania los enteraba de la desgraciada noticia: un ermitaño encontró el cuerpo muerto de Nic tendido sobre unas plantas en una de las laderas del cerro.

Nadie se explicaba las causas del deceso. Su funeral, que se realizó a los dos días de encontrado el cadáver, estuvo lleno de llanto y desconcierto. Se hablaba de suicidio, de asesinato. Los padres de Nic vociferaban entre llantos y a viva voz que fuera como fuera se sabría la verdad y se haría justicia.

Terminada la misa Ana se acercó a Marko y le dijo:

- Antes de que Nic se fuera me dejó una carta. Me dijo que  si  no  volvía en  tres  días te  la  pasara. En  aquel momento yo no le di importancia ¡Como iba imaginar lo que iba a pasar!, ahora cumplo con mi deber. Y Ana sacó desde los bolsillos de su negra falda una carta doblada.

Marko en la intimidad de su hogar procedió a quemar la carta. Cuál fue su sorpresa cuando sintió el olor de un fuerte concentrado de "Nabur" que entraba por su nariz.

Apago rápidamente la carta afortunadamente la cantidad que había alcanzado a inhalar era muy pequeña como para producirle un efecto que fuera más allá de un leve mareo o dolor de cabeza.

Procedió a continuar la quema de la carta en un recipiente de vidrio transparente y hermético.

Con espanto leyó como a medida que se quemaba la carta aparecían en ella unas palabras que decían:

Esto  es  un  viaje  sin  vuelta...  has  probado  el  Nabur. Busca el antídoto en la biblioteca...

A medida que el efecto del Nabur se disipaba y Marko recuperaba la lucidez mental. Sentado en un sillón meditaba sobre lo sucedido.

Luego de un momento y a medida que recuperaba una conciencia  levemente  ida,  las  razones  le  parecieron obvias: las circunstancias en que había renacido esa amistad fueron  bastante turbias.

Marko agradeció a Dios lo rápido que se dio cuenta.

Los problemas no terminaban ahí para Marko. Debía revisar el lugar donde encontraron el cuerpo y borrar cualquier evidencia que pudiera relacionar su muerte con la droga con la cual trabajaban.

En treinta minutos ya estaba en el lugar del suceso, parado  sobre  unas  aplastadas  flores  que  en  algún momento soportaron el peso del cuerpo muerto de Nic.

No había nada extraño en el lugar. Pero de pronto divisó unas ramas desordenadas a unos diez metros y se dirigió al lugar.

Procedió  a  levantar  las  ramas,  y  para  su  sorpresa encontró los siguientes símbolos dibujados en el suelo:
.
Los que parecían escritos en la clave computacional que había inventado junto a Nic y Ana.

Era sin duda una fórmula química de las que utilizaban en sus investigaciones. Marko ocupó unos minutos para memorizarla y luego procedió a hacerla desaparecer revolviendo  con  el  pie  la  tierra. 

Comenzó  a  salir  un copioso polvo del suelo y a medida que el ambiente se desempolvaba, Marko vio aparecer con espanto unas letras, luego unas palabras y cuando sintió el mismo olor que al quemar la carta paró violentamente de revolver.

Era el olor al Nabur disfrazado entre la humedad y vio aparecer paulatinamente en el suelo las mismas palabras que aparecieron en la carta quemada:

"Marko, has probado el Nabur.
Si quieres salvarte busca el antídoto en la biblioteca.
Tienes solo media hora".


Marko necesitaba media hora para llegar a la biblioteca de su casa desde aquél lugar de la ladera del cerro. Se tiró  corriendo  por  uno  de  sus  costados  tratando  de ocupar la mayor cantidad de atajos posibles. Cayó varias veces al suelo y rodó un par de veces reincorporándose rápidamente y continuando su vertiginosa carrera.

A los pocos minutos llegó al camino de tierra que unía el cerro con la ciudad y corrió.

Miró su reloj, marcaba las doce horas con 10 minutos. Tomó otro atajo para evitar perder cualquier sagrado segundo  y      evitar        cruzarse   con          la         muchedumbre ciudadana. Tomó por camino una calle de adoquines. Los viejos      edificios     que    en    alguna oportunidad    fueron opulentas mansiones, eran los testigos mudos de su desesperada carrera.

A medida que se acercaba al centro de la ciudad aparecía uno que otro pequeño edificio. Estaba a unas cuadras del centro y cruzar por enfrente de su antigua academia edificio que ahora es un supermercado miró la hora: doce veinte... Le quedaban solo diez minutos... Fue en ese momento en que Marko empezó a sentir una extraña sensación que comenzaba en la boca de su estomago y se extendía por su cuerpo como un hormigueo generalizado.

Lo    invadió    un    profundo    sentimiento    de    elevación espiritual. De pronto se sintió captando chispazos de profundas verdades, intuiciones de sonidos cuerdos, era como si fuese el dial de una radio antigua que cruza el caos atravesando fracciones de música, mensajes divinos los cuales no alcanzaba a captar en su totalidad.

Su intelecto funcionaba como una biblioteca dentro de una computadora formidable; la elección, las ideas, la clasificación, las más complejas elecciones se sucedían en él a una velocidad electrónica. El espectáculo de esta inteligencia en movimiento, le provocó una exaltación de sus facultades.

Se manifestaba el majestuoso caleidoscopio del Ser, el maravilloso  móvil  de  la  existencia,  la  indescriptible belleza del universo. La calle, la gente, el sol, incluso los edificios le parecían sublimes. Se maravillaba con cierta capacidad.

Podía superponer imágenes, cambiar de lugar las  cosas,  transformar  el  mundo  que  objetivamente estaba delante de sus ojos.

Si se concentraba podía alterar el color de los edificios, o cambiarlos de lugar, hacer volar a la gente y saber que todo eso consistía nada más que un juego.

Miró el reloj de la plaza. Marcaba las doce veinticinco. Le quedaban solo cinco minutos para llegar a la biblioteca y a pesar de sentirse extremadamente bien sintió miedo que todo eso pudiera cambiar, más que mal quizás Nic había muerto por la misma droga que en ese momento circulaba por su cuerpo.

Ese miedo le provocó más miedo y ese miedo más miedo. Empezó a sumergirse en un hoyo realmente diabólico. Las     cosas     a     su  alrededor     se        tornaban     malignas, arrugadas, descoloridas, viejas, raras.

Su imaginación se lanzó a inventar monstruos de las sombras y fue en ese momento que recordó el trabajo que Nic realizaba en los laboratorios de la Facultad de Medicina con la cámara de positrones y la resonancia magnética: si a un sujeto se le hace estudiar la maqueta de una isla y luego se le pide que con los ojos cerrados repita la imagen en su cabeza, la cámara de positrones demuestra que al hacer eso se utiliza el lóbulo occipital que es donde residen las funciones de la visión.

Es decir, está viendo realmente esas imágenes como si tuviera los ojos abiertos. Esto quiere decir, que para el cerebro, lo real y lo imaginado comparten un territorio en común.  Sólo  un  entrenamiento  cultural  permite  al hombre separar estos dos mundos.

Marko llegó a una conclusión horrible. Lo que albergara su imaginación podría tornarse tan real que incluso matarle podría. Sus pensamientos y representaciones podrían tomar densidad de existencia, transformarse en una fantasía material, independiente de su voluntad y de alguna forma absolutamente real.

Observó como la gente que caminaba por la calle y que momentos atrás eran maravillas inefables de la creación se transformaban en extrañas especies de primates semi- domesticados, en embriones rastreros, en criaturas fetales, en larvas protegidas por su ego.

La maravillosa ciudad que lo envolvía se asemejaba ahora a un panal de abejas, a una colonia de hormigas con seres llevando una vida fantasmal, en extraños bichos escondidos detrás de pedazos de carne humana.

Su  cabeza  se  transformó  en  una  ruleta  rusa  con universos  balanceándose  por  delante  de  sus  ojos,  no podía frenar las creaciones de su mente.

El vértigo crecía y la ruleta y sus infinitos universos lo tomaban en un remolino de terror. Segundos eternos en los abismos más extraños y terroríficos.

Luego venía una tensa calma, un pequeño interludio en el cual recordaba quien era, en qué mundo vivía, y cuál era su objetivo inmediato: Estaba en la disyuntiva entre la vida y la muerte... debía encontrar el antídoto del Nabur en alguna parte de la biblioteca.

Se dirigió corriendo como un loco hacia ella.

Miró la hora, solo quedaban unos minutos, eran las doce y veintisiete... Fue ahí cuando sintió como se gatillaba en él un atávico y oscuro mecanismo, como se activaban los circuitos cerebrales que controlan la política unicelular del cuerpo.

Creyó descubrir y poder ver en el núcleo de sus   células  la  forma  en  que  surgen  masivamente materias y tejidos. Como arman los clones de nuestro tejido carnal el montaje y desmontaje de la realidad.

Su mente pensaba a mil planos por fracción de segundo. Quería mantenerla en blanco, mas no podía... tenía certeza de lo que pensara se haría realidad... Estaba a media cuadra de su casa y trató de correr más rápido, pero la sensación de vértigo apareció nuevamente y con ella el miedo profundo, y le dio más miedo de este miedo.

Trató de pensar en cosas positivas, pero de pronto quedó totalmente inmovilizado, trató de moverse, mas no pudo.

Empezó  a  sentir  como  se  trenzaban  a  su  alrededor sedosos   hilo  de    orugas    larvales  y como se independizaban los circuitos cerebrales que controlan la política          unicelular     del   cuerpo.    Como  activaban arcaicas tecnologías botánicas y desconocidas maquinas de aminoácidos. Marko creyó darse cuenta de lo que le pasaba: estaba derritiendo lentamente,  se transformaba en una larva embrional caracolesca.

Los tejidos de su cuerpo se plegaban como sombras, sus brazos se fusionaron a su tronco, se encogía.

De pronto sintió  algo  extrajo  en  su  nariz  y  en  su  boca.  La respiración  se  le  hacía  cada  vez  más  dificultosa... comenzó a jadear... de pronto ya no pudo respirar mas, dedujo que su boca y su nariz estaban totalmente tapados, transformados y derretidos.

En su asfixiante desesperación se paseaban imágenes y juicios  de  su  vida.  Era  una  aterradora  autocrática  o hecho  de  conciencia en  que  la  vida  pasada era  vista minuciosamente.

Saca fuerzas, sopla fuerte el escaso aire que quedaba en sus pulmones, apretó sus derretidos labios. Como su nariz también estaba derretida su ojo derecho salió disparado.

Volvió a entrar a su cuerpo el hálito vital del oxigeno, y mientras regularizaba su extraño respirar se empezó a dar cuenta de lo que sucedía.

Mientras su ojo derecho rodaba calle abajo, en la cabeza de Marko se mezclaban las imágenes de la calle, la gente que lo ignoraba, su casa a solo unos metros... Con la imagen superpuesta de ese mismo mundo pero dando caóticas vueltas...

Y esas eran las imágenes que le proporcionaba el ojo derecho mientras rodaba calle abajo, hasta que el ojo hizo un giro repentino y cayó a un alcantarillado... !Todo su universo se sumergió bajo el agua! Abrió un ojo, cerró el otro y veía la calle, el sol, la biblioteca. Cerró el ojo y abrió el otro y solo veía ratones y agua...

Abrió uno y abrió el otro y nubes de agua turbia envolvían las cosas, las líneas de la calle se pusieron a bailar, el cielo era de un ocre inefable y tenía un techo de cemento y unas rendijas por donde se colaban rayos de otro sol más.

Sentía el frío del agua y lo tibio del sol. De pronto vio aparecer unas fauces gigantescas de ratón que rasga el cielo hasta alcanzarlo, dejándole un solo ojo, con el que veía la calle, el sol, la biblioteca y de pronto a si mismo corriendo por la calle y mirando angustiado el inmóvil reloj.

Muy pronto toda esta experiencia fue olvidada entre muchos pensamientos paralelos.

Marko llegó a su casa nerviosamente la puerta. Subió corriendo las escaleras, pasó por el laboratorio botando cosas al tropezar y entró inmediatamente a la biblioteca. El  antídoto  seguramente  estaba  escondido  dentro  de algún libro, mas no sabía en cual.

Las cuatro ventanas que poseía la biblioteca estaban abiertas y revoloteaban en la pieza algunos papeles, moscas y hojas secas. Marko excesivamente agitado empezó a revisar libro por libro, mientras el viento despeinaba las hojas de los libros descartados que iban cayendo al suelo.

Sentía     que     no     podía      mantener     la      atención. Infructuosamente trataba de concentrarse sabiendo que ocupaba tiempo de descuento. De pronto sintió que por las cuatro ventanas colocadas en cada uno de los puntos cardinales el ser de cada persona o ser vivo que pululaba por la calle, en los aromas que atrapaba el viento. De pronto su cabeza se llenó de voces que le hablaban simultáneamente, una parecía ser la de Ana.

-  “¿Dónde  estás  Marko,  dime  dónde  estás?       Estoy preocupada por ti, presiento que estás en un grave peligro..."

Simultáneamente escuchaba otra voz que parecía la de
Nic que decía:

- "Yo no estoy muerto, tu sí lo estarás..."

Trató  de  evadir  a  esas  voces  que  le  hablaban  desde dentro de su cabeza y se dirigió a los libros de medicina, creyó que el antídoto para el Nabur se encontraba en un libro de farmacología que estaba leyendo Nic meses antes de su muerte.

Él sabía dónde se encontraba y lo empezó a hojear con prisa. Encontró un papel manuscrito con la letra de Nic lo que parecía ser la fórmula del antídoto. Marko sentía que estaba enloqueciendo y no podía concentrarse.

De  pronto  hizo  un  movimiento brusco,  y  uno  de  los
grandes libreros le cayó encima.

Todo se oscureció y apareció una luz violeta e iluminó unos cuantos metros a su redonda. Y en el centro él; inmóvil y aprisionado bajo un gran estante. De pronto vio una difusa imagen que se le acercaba...

La luz no alcanzaba para mostrar claramente su forma. “La forma” empezó a pasearse en círculos alrededor de Marko sin acercase un metro.

De pronto sintió lo que parecía ser un intento de comunicación, sólo vibraciones de energía que algo deseaban comunicar. La efímera tranquilidad se convirtió en sagrado          pavor   y          lo         que      le        había        parecido tranquilizador se transformó en diabólico y blasfémico.

Marko se sentía un ser muy pequeño un pequeño ente ante una majestad inefable. La mayor parte de estas vibraciones se traducían en palabras ante Marko que le llegaban  a  través  de  sentido  que  no  era  la  audición.

Marko se dio cuenta que si pensaba en alguien, la forma parecía  irradiar  la  personalidad  de  esa  persona,  de pronto se acordó de su antiguo Maestro Israel.


LA SENTENCIA

-¡”Escucha Marko!", Pareció decir la presencia, "hay algo que desde la aurora del pensamiento humano, siempre ha llenado a los hombres de asombro, los ha despertado de sus sueños y de su creencia en la realidad: que todas las noches duermen y casi todas las noches sueñan.

¡Y que tras haber dormido, se despiertan...! Ah, no era más que un sueño.

Y mientras soñaba estaba seguro de estar allí con personas, con cosas, con objetos más reales a veces más reales que ningún objeto real, que tenían un relieve más vivo, que tenían una densidad de existencia... como cosas que se ven brillar antes de la tormenta... y luego no era nada; lo habría extraído desde el fondo de mi mismo, se hundió, se fue: nada queda y muy pronto ni siquiera su recuerdo.

Pero las cosas que tus ves: la biblioteca, tu bajo el estante, el ser inefable que yo soy ¿Seguro que existimos? ¿En que se ven que somos seres? Pues al fin de cuentas, nada se asemeja más a una imagen verdadera que una imagen falsa.

Todo el problema de la verdad consiste en conocer la diferencia entre una imagen verdadera y una falsa.

Puedo definirte la verdad en tres palabras: "dentro como afuera".

La diferencia entre la imagen verdadera y la falsa consiste en que la verdadera hay algo dentro y detrás, sostiene la imagen, la hace persistir, la hace existir para uno y también para los demás. La hace subsistir mientras duermo o pongo mi atención en otra cosa. La imagen falsa es la que no tiene el adentro que le atribuías.

Un  retrato  en  un  pedazo  de  papel  puede  tener  un parecido  sorprendente  con  la  realidad,  pero  al  darlo vuelta solo hay papel.

Tienes ante ti a un ser, una luz, una biblioteca, no son sólo palabras,  la  luz  violeta  que  te  envuelve,  una  escena de un pintor surrealista. ¿Cómo saber lo que hay detrás, lo que hay debajo, lo que hay adentro? Si despojas una tras otra las apariencias, llegaras a otras apariencias no menos aparente que las primeras.

Los sabios han sabido desde siempre que la materia es algo que se asemeja muy de cerca a la nada. Buda enseña: No existe ninguna cosa que sea una cosa. Platón considera las cosas como sombras proyectadas en la desigual pared de una caverna. El problema consiste en saber de dónde proviene la luz y cuál es el objeto cuya sombra se proyecta, pues no está donde se le ve.

Cuando  ves  una  sombra  en  la  pared,  no  tratas  de levantar la sombra para ver qué es lo que hay detrás. En los  objetos  que  te  rodean  será  menester  hallar  la sustancia proyectada bajo esa forma.

El soñador cree en lo que ve mientras sueña, pero al fin se despierta y percibe que no había nada. Pero el hombre que se cree despierto ¿Cómo llegará a saber que ha soñado toda la vida? ¿Cómo se puede atravesar el decorado para ir a palpar con nuestras manos lo verdadero?

Recibo un visitante cada un millón de años. Los libros que tienes a tu alrededor están poblados de personajes en cuya existencia hay un enigma inconcluso y que finalmente han venido a parar acá como última instancia para resolverlos.

Te advierto Marko que yo nunca miento y que si no quieres conocer el dolor supremo, nunca pongas en duda la veracidad de mis palabras.

Me temo Marko que te encuentras sometido a mis designios. En este mundo soy tu maestro y carcelero. Anuncio ante ti mi sentencia.

Si quieres salir de esta incómoda realidad deberás descubrir y resolver el enigma.

Pues Marko deberás ir en busca del conocimiento para encontrar tu libertad y el primero de los objetos cuya
realidad  deberás  demostrar  es  mi  propia  presencia.

¿Existo o estás solo en el mundo?

¿Luchas quizás contra sombras?, Si soy sombra nada os debo y no puedes dar         crédito,          respeto,    ni    credibilidad   a     simples apariencias. ¿Quién detrás, quién abajo, quién adentro?

¿Qué camino conduce hacia el país de lo real?

Si puedes resolver el enigma ayudado por los libros que puedas alcanzar con tus manos desde tu incómoda posición bajo el librero, te dejaré salir.

Debo advertirte que si preguntas a los personajes que te encontrarás en los libros , nadie te dirá cuál es la verdad.

Marko... ¿Cuál es el enigma que te tiene atrapado y cuál es su solución y respuesta?"

De  pronto  se  cortó  la  comunicación,  lo  que  sumió  a Marko en un silencio frío. Por todos lados sentía el agobio de la  inmensidad de lo desconocido. Miró a su alrededor y solo veía oscuridad en el horizonte, la luz violeta que aprecia alumbrarlo solo a él, y los libros que estaban a su alrededor. Estaba semi recostado, inmóvil bajo un pesado librero.

Se encontraba entre libros científicos, de historia, de filosofía, cuentos, retazos manuscritos,  algunos por él conocidos y otros que no había visto en toda su vida. Le llama la atención un pequeño cuaderno de tapa roja y estiró el brazo lo más que pudo con el instinto humano de tratar de capturar lo más difícil, Marko abrió su contratapa y de pronto empezó a recordar un olvidado suceso de su juventud casi como si lo reviviera.