Y si los asuntos de los servicios de inteligenciaI son secretos y supersecretos, ¿cómo va nadie a poder demostrar si son verdad o mentira?
Es de todo punto improbable que en un futuro juicio acudieran guardias civiles de paisano y encapuchados a testificar contra el Pequeño Nicolás, ni que tuvieran que desclasificarse documentos y archivos solo para joder al chaval.
La verdad es que el CNI queda en este caso al nivel de la TIA de Mortadelo y Filemón, haciendo el ridículo más espantoso.
No nos podemos imaginar al FBI y a la CIA querellándose contra Mónica Lewinsky por sus correrías en la Casa Blanca con el Presidente Clinton, o al KGB persiguiendo con denuncias a aquel joven aviador alemán. Mathías Rust, que aterrizó en plena Plaza Roja de Moscú tras saltarse todos los controles aéreos del Telón de Acero, que, desde aquel instante mismo, se dio por terminado y comenzó el derrumbe del sistema soviético.
Esto con querellas no se arregla. Es como intentar apagar una chimenea con billetes.
Y si los asuntos del CNI son secretos y supersecretos, ¿cómo va nadie a poder demostrar si son verdad o mentira? La cosa cae por su propio peso.
En fin, un error más que volverá a colocar al CNI en la primera plana y en los disparaderos de todos los diarios en los próximos días y semanas de manera innecesaria, en cuanto el tema avance por donde no tiene que avanzar.
Es una bravuconada fuera de toda magnitud el soltar toda la batería de cañones, navíos y galeones contra el Pequeño Nicolás, un chico que parece que se va guardando cartas y ases en la manga cual Gran Houdini, y que parece amenazar con el fin de llevarse a varios por delante, desde el incombustible empresario Arturo Fernández hasta el flamante secretario de Estado de Comercio, Jaime García Legaz, tocado ya de muerte, demostrado como está que le pedía extraños favores personales al Pequeño Nicolás.
A este Pequeño Nicolás se le terminará llamando, y si no tiempo al tiempo, Gran Nicolás, como un verdadero zar ruso capaz de llevarse por delante ejércitos enteros de jerifaltes del Partido Popular.
El tema de García Legaz es más cruento de lo que parece, porque se va cayendo de las quinielas de todos. Igual que antes todo el mundo quería hacerse fotos con el Pequeño Gran Nicolás, este zar del whatsapp y del Instagram, ahora nadie quiere salir en la foto con el Jaime García Legaz, que se ha convertido en una especie de sonámbulo de los pasillos ministeriales, en un zombi que solo sale por las tardes y las noches y en un vampiro de su propia autoestima. ¡Lo que daría el García Legaz por borrar todas sus fotos y whatsapps!
El Pequeño Nicolás, digo, Gran Nicolás, ha hecho más para desgastar y descastar al PP con sus whatsapps que todos los PSOE, IU y Podemos juntos, incluso más que el propio Artur Mas con su risotada de aquel falso referéndum en el que tanto se empeñó.
Se ha llevado por delante, como en una partida de bolos, a varios prebostes y, si la mecha sigue prendiendo, acabará llevándose a más todavía.
No seáis tontos, no entréis al trapo, que el Gran Nicolás tiene más fotos y grabaciones que el propio CNI, tiene un archivo secreto que envidiaría el mismísimo Edgard Hoover.
Para terminar con el asunto igual habría que hacer un hueco al Pequeño Nicolás en una lista electoral, da igual de quien sea, con tan de calmar el incendio.
O incluso nominarle para un nombramiento al mando del CNI, donde el Pequeño Gran Nicolás se movería como pez en el agua.
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