En esta empresa
cada uno aportaba
con lo suyo. Ana, una estudiante de filosofía inteligente y conciliadora; Nicanor, un joven psiquiatra; Marko un trotamundos, conocedor de múltiples oficios y culturas, sobre todo el mundo aborigen
y chamánico de la
América mágica.
En resumen su racionamiento fue simple: si todos los que dicen haber poseído la verdad,
narran cosas tan distintas de ella; todos comparten el sentimiento de tenerla o de haberla tenido. Como los
sentimientos y pensamientos tienen un
paralelismo físico-químico en el cerebro, la verdad es entonces una
molécula psicotrópica.
Federico Nietczshe, el notable filósofo
Alemán, describe dos actitudes humanas de meditar ante la vida, la llama
Apolinia y Dionisiaca. La primera
basada en Apolo,
el dios Solar de los griegos, es la reacción quieta y
contemplativa de una estrella lejana que asiste a las convulsiones de la vida
sobre la tierra.
Una estatua de Apolo o una del Budha
expresan claramente esta actitud que
es considerada generalmente como la del hombre sabio: ese que "no
interrumpe su camino para escuchar el ladrido de los perros y espera, sentado ante su puerta ver pasar el
cadáver de su enemigo".
Herman Hesse, el novelista Alemán que se ha
transformado en uno de los grandes maestros de la juventud del siglo XX
metaforiza sobre esta actitud en su novela
"Narciso y Goldmundo", pone
al lado de la
reacción Apolinia la de Narciso
y al lado de Goldmundo, la Dionisiaca. Al final del
camino, en las últimas páginas de la novela
de Hesse descubrimos que ambas formas han llegado a la misma comprensión,
a un conocimiento semejante: No hay dos sabidurías.
Pero esta forma de expresar los dos
caminos que definió Nietczshe es producto del análisis, de una división, a lo
largo de la vida del hombre se dan naturalmente las dos actitudes meditativas.
Mientras la reacción
Apolínea contempla las vicisitudes de las circunstancias, la actitud Dionisiaca se sumerge en ellas,
se entrega al azahar de los cambios sin tratar de alterar el curso de la
acción, sino, simplemente de vivirla hasta su estado final.
Ambas actitudes exigen voluntad y valor.
Tan difícil como contemplar inmóvil
los cambios del mundo es penetrar
en ellos dejándose llevar por la vorágine. Y se requiere el mismo tipo de
valor, tanto para dejarse llevar por los estímulos externos e internos, como
para asistir a su desarrollo sin criticarlos no tener más opinión sobre ellos
que la de una nube que atraviesa el
cielo.
A la acción y la voluntad deben seguir la quietud y la meditación si queremos
equilibrarnos en la cuerda de la existencia. El efecto de la acción, de la razón, y de la voluntad por si solos,
resuelven una parte de la vida, la comprensión, el amor, y la intuición, completan la psiquis del hombre realizado.
Se podría decir que Marko encarnaba la actitud
Dionisiaca y Nic la Apolinia.
El
mismo entró un
par de veces
a los laboratorios de la
Facultad de Medicina a robar algunos elementos que faltaban para sus investigaciones y, Ana y Marko empezaron a sospechar que
quizás Nic estaba experimentando solo y en secreto con pequeñas dosis de las mezclas psicotrópicas que tentativamente
realizaban.
Puestos a imaginar, la droga del futuro, la droga perfecta,
sería aquélla que fuese la más potente, además
de la más inofensiva
Los
cambios en la
personalidad de
Nic llegaron a su
punto crítico cuando una noche en que Ana y Marko lo fueron a buscar al
laboratorio, él no abrió la puerta.
Marko hecho la puerta abajo y lo
encontraron de pie en la habitación, tambaleándose
y mirando a su alrededor
con aire extraviado “¡Es
él! ¡Es él! ¡Ha venido aquí!” Gemía.
Sus labios estaban pálidos. Por su cara
resbalaban gruesas gotas de sudor, de pronto pronuncio unos números sin sentido, algunas palabras
y trozos de frases. Era algo espantoso.
Empleaba palabras muy extrañas y las mezclaba
de modo chocante.
Después volvió a quedar silencioso, pero
siguió moviendo los labios. Entonces Ana le dio un masaje y le hicieron beber algo. Pero de pronto rugió “¡allí!
¡Allí! ¡En el rincón!
¡Esta allí!”.Luego dijo:
...Los
seres humanos que
habitan debajo de la tierra miden como
una
banana
tienen
el cuerpo negruzco
parecido a un pescado...
...una membrana en el cuello los separa de lo que parece una cabeza con una extraña cara...
...y se comen... uno los come...
Daba patadas en el suelo y chillaba.
Le tranquilizaron diciéndole que nada ocurría de extraordinario,
y se fue calmando poco a poco, durmió muchas horas y volvió a
ser un hombre casi normal y soportable.
Ana
y Marko sospecharon que quizás la manipulación de “Nabur” le produjo una
intoxicación o quizás el exceso de trabajo estaba desestabilizando al
tradicionalmente controlado Nic.
Le
obligaron a pasar unos días de descanso en el cerro Lauca.
Ana Nic y Marko
solían acampar en el cerro Lauca
cuando querían distenderse de alguna presión cotidiana.
Marko y Ana continuaron con las investigaciones. Tenían tres grupos de ratas. Las ratas de uno de estos grupos
empezaban a dar signos de híper inteligencia pero les estaba ocurriendo algo
extraño.
Importante
era saber cómo dosificar el consumo de la droga
para que no
crear tolerancia ni
sensibilización. Ellos pensaban
que debía tomarse las menos veces posibles, esta era la única manera
que no creara efectos indeseados ni
desestructuración psíquica, ni daño neurológico.
Debían comprender y controlar
el sustrato neurológico de los
cambios psíquicos y conductuales que
generaba la sustancia. Debía estudiarse la asociación del consumo de la droga y
el espacio físico y relacional.
Como suele ocurrir con las malas noticias
estas llegan más rápido que un rayo. A los pocos días una llamada por teléfono desde la comisaría de
Santalismania los enteraba de la desgraciada noticia: un ermitaño encontró el
cuerpo muerto de Nic tendido sobre unas plantas en una de las laderas del
cerro.
Nadie se explicaba las causas del deceso.
Su funeral, que se realizó a los dos días de encontrado el cadáver, estuvo
lleno de llanto y desconcierto. Se hablaba
de suicidio, de asesinato. Los padres de Nic vociferaban entre llantos y a
viva voz que fuera como fuera se sabría la verdad y se haría justicia.
Terminada la misa Ana se acercó a Marko y
le dijo:
- Antes de que Nic se fuera me dejó una carta. Me dijo que
si no volvía
en tres días
te la pasara. En aquel momento yo no le di importancia ¡Como iba imaginar
lo que iba a pasar!, ahora cumplo con mi deber. Y Ana sacó desde los
bolsillos de su negra falda una carta doblada.
Marko en la intimidad de su hogar procedió
a quemar la carta. Cuál fue su sorpresa cuando sintió el olor de un fuerte
concentrado de "Nabur" que entraba por su nariz.
Apago rápidamente la carta afortunadamente
la cantidad que había alcanzado a inhalar era muy pequeña como para producirle un efecto que fuera
más allá de un leve mareo o dolor de cabeza.
Procedió
a continuar la quema
de la carta en un recipiente de vidrio transparente
y hermético.
Con espanto leyó como a medida que se quemaba la carta aparecían en ella
unas palabras que decían:
Esto
es un viaje
sin vuelta... has
probado el Nabur. Busca el antídoto en la biblioteca...
A medida que el efecto del Nabur se
disipaba y Marko recuperaba la lucidez mental. Sentado en un sillón meditaba sobre lo sucedido.
Luego de un momento y a medida que
recuperaba una conciencia levemente ida,
las razones le
parecieron obvias: las circunstancias en que había renacido esa amistad
fueron bastante turbias.
Marko agradeció a Dios lo rápido que se
dio cuenta.
Los problemas no terminaban ahí para
Marko. Debía revisar el lugar donde encontraron el cuerpo y borrar cualquier
evidencia que pudiera relacionar su muerte
con la droga con la cual
trabajaban.
En treinta minutos ya
estaba en el lugar del suceso,
parado sobre unas aplastadas flores que en algún
momento soportaron el peso del cuerpo
muerto de Nic.
No había nada extraño en el lugar. Pero de
pronto divisó unas ramas desordenadas
a unos diez metros y se dirigió al lugar.
Procedió
a levantar las
ramas, y para
su sorpresa encontró los siguientes símbolos dibujados en el suelo:
.
Los que parecían escritos en la clave computacional que había inventado
junto a Nic y Ana.
Era sin duda una fórmula química de las que utilizaban en sus investigaciones.
Marko ocupó unos minutos para memorizarla y luego procedió a hacerla
desaparecer revolviendo con el pie la
tierra.
Comenzó
a salir un copioso polvo del suelo y a medida que el
ambiente se desempolvaba, Marko vio aparecer con espanto unas letras, luego
unas palabras y cuando sintió el
mismo olor que al quemar
la carta paró violentamente de revolver.
Era el olor al Nabur disfrazado entre la
humedad y vio aparecer paulatinamente en el
suelo las mismas palabras que aparecieron en la carta quemada:
"Marko, has probado el Nabur.
Si quieres salvarte busca el antídoto en
la biblioteca.
Tienes solo media hora".
Marko necesitaba media
hora para llegar
a la biblioteca de su casa desde aquél
lugar de la ladera del cerro. Se tiró corriendo por uno de sus costados tratando de
ocupar la mayor cantidad de atajos posibles.
Cayó varias veces al suelo
y rodó un par de veces
reincorporándose rápidamente y continuando su vertiginosa carrera.
A los pocos minutos llegó al camino de
tierra que unía el cerro con la ciudad y corrió.
Miró su reloj, marcaba las doce horas con
10 minutos. Tomó otro atajo para evitar perder cualquier sagrado segundo y evitar cruzarse con la muchedumbre
ciudadana. Tomó por camino una calle de adoquines. Los viejos edificios que en alguna oportunidad fueron
opulentas mansiones, eran los testigos mudos de su desesperada carrera.
A medida que se acercaba al centro de la
ciudad aparecía uno que otro pequeño edificio.
Estaba a unas cuadras del centro y cruzar por enfrente de su antigua academia
edificio que ahora es un supermercado miró la hora: doce veinte... Le quedaban
solo diez minutos... Fue en ese momento en que Marko empezó a sentir una
extraña sensación que comenzaba en la boca de su estomago y se extendía por su
cuerpo como un hormigueo generalizado.
Lo invadió un profundo sentimiento de elevación
espiritual. De pronto se sintió
captando chispazos de profundas verdades, intuiciones de sonidos cuerdos, era
como si fuese el dial de una radio
antigua que cruza el caos atravesando fracciones de música, mensajes divinos
los cuales no alcanzaba a captar en su totalidad.
Su intelecto funcionaba como una biblioteca dentro de una computadora
formidable; la elección, las ideas, la
clasificación, las más complejas elecciones se sucedían en él a
una velocidad electrónica. El espectáculo de esta inteligencia en movimiento,
le provocó una exaltación de sus facultades.
Se manifestaba el majestuoso caleidoscopio del Ser, el maravilloso móvil
de la existencia,
la indescriptible belleza del universo. La calle, la gente,
el sol, incluso los edificios
le parecían sublimes. Se maravillaba con cierta capacidad.
Podía superponer
imágenes, cambiar de lugar las
cosas, transformar el
mundo que objetivamente estaba delante de sus ojos.
Si se concentraba podía alterar el color
de los edificios, o cambiarlos de
lugar, hacer volar a la gente y saber que todo eso consistía nada más que
un juego.
Miró el reloj de la plaza. Marcaba las
doce veinticinco. Le quedaban solo cinco minutos para llegar a la biblioteca y a pesar de sentirse extremadamente bien sintió miedo que
todo eso pudiera
cambiar, más que mal quizás Nic había muerto por la misma droga que en ese momento
circulaba por su cuerpo.
Ese miedo le provocó más miedo y ese miedo
más miedo. Empezó a sumergirse en un hoyo realmente diabólico. Las cosas a su alrededor se tornaban malignas, arrugadas, descoloridas,
viejas, raras.
Su imaginación se lanzó a inventar
monstruos de las sombras y fue en ese momento que recordó el trabajo que Nic
realizaba en los laboratorios de la Facultad de Medicina con la cámara de
positrones y la resonancia magnética: si a un sujeto se le hace estudiar la maqueta de una isla y luego se le pide que con los ojos cerrados repita la
imagen en su cabeza, la cámara de positrones demuestra que al hacer eso se utiliza
el lóbulo occipital que es donde residen las
funciones de la visión.
Es decir, está viendo realmente esas imágenes como si tuviera los ojos abiertos. Esto quiere decir, que para el cerebro, lo real y lo imaginado
comparten un territorio
en común. Sólo un
entrenamiento cultural permite
al hombre separar estos dos mundos.
Marko llegó a una
conclusión horrible. Lo que albergara su imaginación podría tornarse
tan real que incluso matarle podría. Sus pensamientos y representaciones
podrían tomar densidad de existencia, transformarse en una fantasía material,
independiente de su voluntad y de alguna forma absolutamente real.
Observó como la gente que caminaba por la
calle y que momentos atrás eran maravillas inefables de la creación se transformaban en extrañas especies de primates semi- domesticados, en embriones rastreros, en criaturas
fetales, en larvas protegidas por su ego.
La maravillosa ciudad que lo envolvía
se asemejaba ahora a un panal de abejas, a una colonia de hormigas con seres llevando una vida fantasmal, en extraños bichos escondidos detrás de pedazos de carne humana.
Su cabeza
se transformó en una ruleta
rusa con universos balanceándose
por delante
de sus ojos,
no podía frenar las creaciones de su mente.
El vértigo crecía
y la ruleta y sus infinitos universos
lo tomaban en un remolino de terror. Segundos eternos en los abismos más
extraños y terroríficos.
Luego venía una tensa calma, un pequeño interludio en
el cual recordaba quien era, en qué
mundo vivía, y cuál era su objetivo
inmediato: Estaba en la disyuntiva entre la vida y la muerte... debía encontrar
el antídoto del Nabur en alguna parte de la biblioteca.
Se dirigió corriendo como un loco hacia
ella.
Miró la hora, solo quedaban unos minutos, eran las doce
y veintisiete... Fue ahí cuando sintió como se gatillaba en él un atávico y oscuro mecanismo, como se activaban
los circuitos cerebrales que controlan la política unicelular del cuerpo.
Creyó descubrir y poder ver en el núcleo
de sus células la forma en que surgen
masivamente
materias y tejidos. Como arman los
clones de nuestro tejido
carnal el montaje y desmontaje de la realidad.
Su mente pensaba a mil planos por fracción
de segundo. Quería mantenerla en blanco, mas no podía... tenía certeza de lo
que pensara se haría realidad... Estaba a media cuadra de su casa y trató de
correr más rápido, pero la sensación de vértigo apareció nuevamente y con ella
el miedo profundo, y le dio
más miedo de este miedo.
Trató de
pensar en cosas positivas, pero de pronto quedó totalmente inmovilizado, trató de moverse, mas no pudo.
Empezó
a sentir como
se trenzaban a
su alrededor sedosos hilo
de orugas larvales y como se independizaban los circuitos cerebrales que
controlan la política unicelular del cuerpo. Como activaban arcaicas tecnologías botánicas y
desconocidas maquinas de aminoácidos. Marko creyó darse cuenta de lo que le
pasaba: estaba derritiendo lentamente, se transformaba en una larva embrional
caracolesca.
Los tejidos de su cuerpo se plegaban como
sombras, sus brazos se fusionaron a su tronco, se encogía.
De pronto sintió algo
extrajo en su
nariz y en
su boca. La respiración se
le hacía cada vez más dificultosa... comenzó a jadear... de
pronto ya no pudo respirar mas, dedujo que su boca y su nariz estaban
totalmente tapados, transformados y derretidos.
En su asfixiante desesperación se paseaban imágenes
y juicios de su vida. Era una aterradora autocrática o hecho de conciencia en que
la vida
pasada era vista
minuciosamente.
Saca fuerzas, sopla fuerte el escaso
aire que quedaba en sus pulmones, apretó sus
derretidos labios. Como su nariz también estaba derretida su ojo derecho salió
disparado.
Volvió a entrar a su cuerpo el hálito vital del oxigeno, y mientras regularizaba su extraño
respirar se empezó
a dar cuenta de lo que sucedía.
Mientras su ojo derecho rodaba calle abajo, en la cabeza de Marko se mezclaban las imágenes de
la calle, la gente que lo ignoraba, su casa a solo unos metros... Con la imagen
superpuesta de ese mismo mundo pero dando caóticas vueltas...
Y esas eran las imágenes que le proporcionaba el ojo derecho mientras
rodaba calle abajo, hasta que el ojo hizo un giro repentino y cayó a un
alcantarillado... !Todo su universo se sumergió bajo el agua! Abrió un ojo,
cerró el otro y veía la calle, el sol, la biblioteca. Cerró el ojo y abrió el otro y solo veía ratones y agua...
Abrió uno y abrió el otro y nubes de agua turbia envolvían las cosas, las líneas
de la calle se pusieron
a bailar, el cielo era de
un ocre inefable y tenía un techo de cemento y unas rendijas por donde se
colaban rayos de otro sol más.
Sentía el frío del agua y lo tibio del
sol. De pronto vio aparecer unas fauces gigantescas de ratón que rasga el cielo hasta alcanzarlo, dejándole un
solo ojo, con el que veía la calle, el sol, la biblioteca y de pronto a si
mismo corriendo por la calle y mirando angustiado el inmóvil reloj.
Muy pronto toda esta experiencia fue
olvidada entre muchos pensamientos paralelos.
Marko llegó a su casa nerviosamente la puerta.
Subió corriendo las escaleras, pasó por el laboratorio botando cosas al tropezar y entró inmediatamente a la biblioteca. El antídoto
seguramente estaba escondido dentro de
algún libro, mas no sabía en cual.
Las cuatro ventanas
que poseía
la biblioteca
estaban abiertas y revoloteaban en la pieza algunos papeles, moscas y
hojas secas. Marko excesivamente agitado empezó
a revisar libro por libro, mientras
el viento
despeinaba las hojas de los libros descartados que iban cayendo
al suelo.
Sentía que no podía mantener la atención.
Infructuosamente trataba de
concentrarse sabiendo que ocupaba tiempo de descuento. De pronto sintió
que por las cuatro ventanas colocadas en cada uno de
los puntos cardinales el ser de cada
persona o ser vivo que pululaba por la calle, en los aromas que atrapaba el
viento. De pronto su cabeza se llenó de voces que le hablaban simultáneamente,
una parecía ser la de Ana.
- “¿Dónde
estás
Marko,
dime
dónde
estás? Estoy preocupada por ti, presiento que
estás en un grave peligro..."
Simultáneamente escuchaba otra voz que parecía
la de
Nic que decía:
- "Yo no estoy muerto, tu sí lo
estarás..."
Trató
de evadir a
esas voces que le hablaban
desde dentro de su cabeza y se dirigió a los libros de medicina, creyó que el antídoto para el
Nabur se encontraba en un libro de
farmacología que estaba leyendo Nic meses antes de su muerte.
Él sabía dónde se encontraba y lo empezó a hojear con prisa. Encontró un papel manuscrito con la
letra de Nic lo que parecía ser la fórmula del antídoto. Marko sentía que estaba enloqueciendo
y no
podía concentrarse.
De pronto hizo un movimiento brusco, y uno de los
grandes libreros le cayó encima.
Todo se oscureció y apareció una luz violeta e iluminó unos cuantos
metros a su redonda. Y en el centro él; inmóvil y aprisionado bajo un gran
estante. De pronto vio una difusa imagen que se le acercaba...
La luz no alcanzaba para mostrar
claramente su forma. “La forma” empezó a pasearse en círculos alrededor de
Marko sin acercase un metro.
De pronto sintió lo que parecía ser un
intento de comunicación, sólo vibraciones de energía que algo deseaban
comunicar. La efímera tranquilidad se convirtió en sagrado pavor y lo que le había parecido tranquilizador se transformó en
diabólico y blasfémico.
Marko se
sentía un ser muy pequeño un pequeño ente ante una majestad inefable. La mayor parte de estas vibraciones se traducían en palabras
ante Marko que le llegaban a través
de sentido que
no era la
audición.
Marko se dio cuenta que si pensaba en
alguien, la forma parecía irradiar la personalidad
de esa persona,
de pronto se acordó de su
antiguo Maestro Israel.
LA SENTENCIA
-¡”Escucha Marko!", Pareció decir la presencia, "hay algo que desde
la aurora del pensamiento humano,
siempre ha llenado a los hombres de asombro, los ha despertado de sus
sueños y de su creencia en la realidad: que todas las noches duermen y casi
todas las noches sueñan.
¡Y que tras haber dormido, se
despiertan...! Ah, no era más que un sueño.
Y mientras soñaba estaba seguro de estar allí con personas, con cosas, con
objetos más reales a veces más reales que
ningún objeto real, que tenían un relieve más vivo, que tenían
una densidad de existencia... como
cosas que se ven brillar antes de la tormenta... y luego no era nada;
lo habría extraído
desde el fondo
de mi mismo, se hundió, se fue: nada queda y muy pronto ni siquiera su recuerdo.
Pero las cosas que tus ves: la biblioteca, tu bajo el estante, el ser inefable
que yo soy ¿Seguro que existimos?
¿En que se ven que somos seres? Pues al fin de cuentas, nada se asemeja
más a una imagen verdadera que una imagen falsa.
Todo el problema de la verdad consiste en conocer la diferencia
entre una imagen verdadera y una falsa.
Puedo definirte la verdad en tres palabras:
"dentro como afuera".
La diferencia entre la imagen verdadera y la falsa consiste
en que la verdadera hay algo dentro y detrás, sostiene la imagen, la hace persistir, la hace existir para uno y
también para los demás. La hace subsistir mientras duermo o pongo mi atención en otra cosa. La imagen falsa es la que no tiene el
adentro que tú le atribuías.
Un retrato en un pedazo
de papel puede
tener un parecido sorprendente
con la realidad,
pero al darlo vuelta
solo hay papel.
Tienes ante
ti a un ser, una luz, una biblioteca, no son sólo palabras, la
luz violeta que te envuelve,
una escena de un pintor surrealista. ¿Cómo saber lo que hay detrás,
lo que hay debajo, lo que hay adentro? Si despojas una tras otra las
apariencias, llegaras a otras apariencias no menos aparente que las primeras.
Los sabios han sabido desde siempre que la
materia es algo que se asemeja muy de cerca a la nada. Buda enseña: No existe
ninguna cosa que sea una cosa. Platón considera las cosas como sombras
proyectadas en la desigual pared
de una caverna. El problema
consiste en saber de dónde proviene
la luz y cuál es el objeto cuya sombra se proyecta, pues no está donde
se le ve.
Cuando
ves una sombra
en la pared,
no tratas de levantar
la sombra para ver qué es lo que hay detrás. En los objetos
que te rodean
será menester hallar
la sustancia proyectada bajo esa forma.
El soñador cree en lo que ve mientras sueña, pero al fin
se despierta y percibe que no había nada. Pero el hombre que se cree despierto
¿Cómo llegará a saber que ha soñado toda la vida? ¿Cómo se puede
atravesar el decorado para ir a palpar con nuestras manos lo verdadero?
Recibo
un visitante cada un millón
de años. Los libros
que tienes a tu alrededor están poblados de personajes en cuya existencia hay un enigma
inconcluso y que finalmente han venido a parar acá como última instancia para
resolverlos.
Te advierto Marko que yo nunca miento y
que si no quieres conocer el dolor supremo, nunca pongas en duda la veracidad
de mis palabras.
Me temo Marko que te encuentras sometido a
mis designios. En este mundo soy tu maestro y carcelero. Anuncio ante ti mi
sentencia.
Si quieres salir de esta incómoda realidad
deberás descubrir y resolver
el enigma.
Pues Marko deberás
ir en busca del conocimiento para encontrar tu libertad y el primero
de los objetos cuya
realidad deberás demostrar es mi propia
presencia.
¿Existo
o estás solo en el mundo?
¿Luchas
quizás contra sombras?, Si soy sombra nada os debo y tú no puedes dar crédito, respeto, ni credibilidad a simples
apariencias. ¿Quién detrás,
quién abajo, quién
adentro?
¿Qué camino conduce hacia el país de lo real?
Si puedes resolver el enigma ayudado por
los libros que puedas alcanzar con tus manos desde tu incómoda posición bajo el
librero, te dejaré salir.
Debo advertirte que si preguntas a los
personajes que te encontrarás en los libros , nadie te dirá cuál es la verdad.
Marko... ¿Cuál es el enigma que te tiene
atrapado y cuál es su solución y respuesta?"
De
pronto se cortó
la comunicación, lo
que sumió a Marko en un silencio frío. Por todos lados sentía el agobio de la inmensidad de lo desconocido. Miró a su alrededor
y solo veía oscuridad en el horizonte, la luz violeta que aprecia alumbrarlo solo a él, y los libros que estaban
a su alrededor. Estaba semi
recostado, inmóvil bajo un pesado librero.
Se encontraba entre libros científicos, de
historia, de filosofía, cuentos, retazos manuscritos, algunos por él conocidos y otros que no había
visto en toda su vida. Le llama la
atención un pequeño cuaderno de tapa roja y estiró
el brazo lo más
que pudo con el instinto humano
de tratar de capturar lo más difícil, Marko abrió su contratapa y de pronto
empezó a recordar un olvidado suceso de su juventud casi como si lo reviviera.
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