jueves, 15 de enero de 2015
Un royal debe mostrar armonía y serenidad, tanto en sus gestos y ademanes como al hablar, sin alzar la voz, sin ser agresivo con miradas directas, debe sonreír y mostrar una actitud amable, sabiendo combinar todo esto con una imperceptible distancia regia, que no sea tan marcada como para sugerir engreimiento o antipatía, pero que evite las tentaciones de un acercamiento excesivo del populacho. Para ello hay que saber que los gestos de simpatía siempre deben expresarse al comenzar y al terminar cualquier encuentro o instante. Durante el transcurso de cualquier acto, recepción o ceremonia, el royal debe permanecer neutramente sereno, como distante (lo que se logra evitando las miradas directas a los ojos de los presentes), sin gesticulaciones como mover papeles, consultar cellphones, mucho menos fumar, cuchichear, atusarse el pelo (que debe ir perfectamente peinado y recogido). Los gestos físicos deben ser armoniosos, sin brusquedades. Con esta actitud se va logrando un efecto carismático entre la gentecilla, que encuentra en las actitudes con misterio un atractivo irresistible. De lo contrario no tomarán en serio al royal, se reirán de él, y lo conceptuarán como una figura de circo. No se olvide que la realeza es la cara amable de la autoridad, el ideal estético del poder del Estado, y los royals no son una especie de famosillos que posan para las fotos luciendo vestidos glamourosos. Esta sabiduría se aplica también a los discursos.
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