martes, 29 de julio de 2014

El mecanismo fue el siguiente: los directores abrieron una página web, cuatro meses antes del estreno del filme, en la que jugaban con la idea de que todo lo que contaría el filme era cierto. Durante los seis meses previos al estreno, la web incorporó documentos, fotos y videoclips que contenían falsos informes policiales y entrevistas con los supuestos padres de los cineastas desaparecidos. Tres días antes del estreno en Estados Unidos, la productora (Artisan) emitió un documental (Curse of Blair Witch) que todavía abundaba más en la teoría de la veracidad de los acontecimientos. "La película resulta indisociable de su marketing", afirma el director de la Filmoteca.

La campaña todavía fue más lejos de lo que en aquel momento se podía uno imaginar. Llegó a extender rumores en los medios de que todo era cierto, y sus promotores impusieron un silencio total a los protagonistas (que utilizan su nombre real en el filme). La cosa llegó hasta el extremo de que añadieron en sus fichas de IMDB.com, el portal de referencia para buscar datos cinematográficos, que esos actores estaban "desaparecidos, presumiblemente muertos". En ese sentido, los esfuerzos de los ideólogos de la campaña publicitaria fueron tan efectivos que los familiares de los protagonistas recibieron llamadas de condolencia de sus amigos y conocidos. 

De esta manera ir a ver esta película al cine, al menos en sus primeros días de estreno, era como ir a ver una película de las denominadas snuff: legendarias películas, de las que nunca se ha comprobado su existencia, en las que los participantes sufren agresiones de verdad. Incluso la muerte. 

Así no se podía fracasar.

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