Esa facilidad para recordar se conoce como “efecto de la
producción” sobre la memoria
y ocurre cuando tratamos de reproducir palabras o sonidos en los que ha
intervenido el sistema motor del cerebro, es decir, que previamente hemos
producido de forma activa.
En este caso, recordamos con mayor facilidad la letra porque
previamente habíamos cantado esa canción, algo que no hubiera ocurrido si sólo
la hubiéramos escuchado de forma pasiva. Lo mismo pasa con las palabras, pronunciarlas en voz ayuda a
memorizarlas de forma más eficaz que
escucharlas, leerlas o articularlas en voz baja.
En definitiva que el
aprendizaje activo, o aprender haciéndolo, refuerza la memoria porque involucra al sistema motor del
cerebro.
Los investigadores de
Montreal reclutaron a 20 expertos pianistas de Lyon, Francia, y les pidieron
que aprendieran unas melodías sencillas. Algunas tenían que memorizarlas de
forma pasiva, oyéndolas simplemente, mientras que otras las aprendieron a la
vez que las interpretaban al piano, involucrando al sistema motor del cerebro,
que planificaba y ejecutaba los movimientos de los dedos sobre el teclado y
formaba memorias motoras. El cerebro compara con rapidez la información
auditiva entrante con la información motora almacenada en la memoria, lo que
nos permite reconocer si un sonido es familiar”, señalan los autores.
Este trabajo revela la importancia del "aprendizaje experiencial", es decir de aprender haciéndolo, y
tiene implicaciones
pedagógicas y clínicas, opina Mathias. Además aclara el motivo por el que
es eficaz la vieja costumbre de memorizar
repitiendo, tan denostada hoy en día: involucra al sistema motor, necesario
para la producción de las palabras, y luego favorece el recuerdo. Pero también
plantea la posibilidad de utilizar el aprendizaje motor para mejorar la memoria
o proteger el deterioro cognitivo a las personas mayores.