Las piezas básicas de ser una persona son primero el percibir; oír, ver, tocar, oler, gustar. Por una parte es la vivencia interior, la experiencia intransferible, y por otra el medir y definir esa experiencia (una persona puede saber todo sobre una extraña fruta tropical, pero quizás nunca ha probado su sabor).
Y segundo los afectos: bienestar y malestar, deseos y aversiones, simpatías y antipatías, que las cosas percibidas y categorizadas nos gatillan.
La tercera pieza básica para ser persona es la memoria, la imaginación, y el pensamiento. Lo que vemos afuera es lo que reverbera en nuestra imaginación. Tocas las cosas a través de su imagen. Difícil es pensar en palabras sin atender a las imágenes que respaldan esas palabras.
¿Cómo se ensamblan y combinan todas estas tres piezas?
Cuarto: A través de los juegos de rol y la conversación.
El yo es sentir y pensar desde el cuerpo, a través de las cosas que siento, pienso y entiendo.
El yo es relacional, un conjunto de roles, una cierta complexión entre estados de ánimo y representaciones mentales, en un contexto o escenario en el espacio y en el tiempo.
Uno de los secretos de la persona reside en aprender a representar papeles, armonizarlos entre sí y para ello se requiere la identificación con actores que sirvan de modelos.
Lo que uno aprecia en la vida es cómo la siente. Pero los sentimientos no reflexionan sobre sí mismos. Por eso, para vivir bien hay que potenciar los mejores sentimientos por medio de un conocimiento bien fundado.
Cada uno está habitado por tantos como aquellos de los que hemos aprendido algo, o con los que nos hemos identificado de alguna forma. Los diálogos con uno mismo, suelen ser con interlocutores interiores, con esos seres anónimos que nos componen.
La persona está constituida así, como una ciudad interior y para que la organización pueda ordenar a los deseos, la organización misma de esa ciudad interior debe convertirse en pasión.
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