¿Quién mira a través de uno?
¿Quién mira a través de tus ojos, Rosita?
¿Quiénes somos realmente? ¿Quién mira a través de tus ojos? ¿Es esa iluminadora racionalidad, la que un día tomando conciencia de su propia existencia emergió a la superficie del mundo y autoproclamó el cogito ergo sum de Descartes (pienso luego existo)? ¿O por el contrario quien mira es el ego que se sustenta sobre ella?
Podría ser también que tanto la conciencia como el ego miren menos de lo que creemos y sean los sentimientos e instintos quienes dominen nuestra óptica, pues cuando odiamos somos íntegramente odio, y cuando amamos somos todo amor, y cuando estamos tristes somos acongojante tristeza; y así sucesivamente en todos los estados emocionales posibles.
¿Somos ser absoluto o devenir constante? ¿Somos los mismos de ayer y mañana seremos los mismos de hoy? ¿Existe en nuestra mente un núcleo inalterable? ¿Cuál es nuestra verdadera identidad? ¿Quién eres tú, Rosita? ¿Quién es Tannat? ¿Quién es realmente Orkcloud? ¿LeRouge es LeRouge, o sólo es una proyección, una conjunción, la síntesis personificada, más o menos equivocada o acertada, de una determinada religión, unos valores y una ideología definida? ¿Fuimos programados o existe una impronta genética insubyugable?.
Demasiadas preguntas sin respuesta. Intentaré a esparcir algunas claves sobre el asunto de la identidad, yo que no sé ni quién soy. Voy con la primera: Cada siete años la células de nuestro cuerpo se renuevan al completo, salvo las neuronas, que parece ser que no se renuevan, pero en cambio sustituye sus componentes atómicos que al fin y al cabo viene a ser casi lo mismo. Por lo tanto, cada siete años no somos los mismos, todas nuestras antiguas células han muerto y son otras nuevas las que conforman nuestro organismo. Esta circunstancia biológica enlaza con la paradoja de Teseo, el hijo del rey Egeo, el cual volvió desde Creta a Atenas en un barco de treinta remos después de matar al Minotauro, y los atenienses decidieron conservar la nave sustituyendo año tras año las tablas y maderos deteriorados por otros nuevos. Con el paso de los años dejó de ser el mismo barco porque su madera era otra, pero al mismo tiempo seguía siendo el barco de Teseo. Podríamos hablar en este caso de una personalidad cambiante.
¿Quién mira pues a través de nuestros ojos? Tenemos un nombre que nos identifica y una profesión que nos permite ejercer una actividad y, de esta forma, para los demás pasamos a ser Antonio el fontanero, Pedro el médico, Juan el profesor, o Joaquín el albañil. Atendiendo a principios de economía nos hemos acostumbrado con el tiempo a un injusto reduccionismo social que nos empequeñece y nos convierte en casi números; pero ¿qué somos para nosotros mismos? ¿Quiénes somos realmente?.
Heidegger acuñó el término “dasein” (ser- ahí) e interpretó al ser humano como un ser que es eyectado al mundo. No elegimos nacer, circunstancia que queda ensombrecida cuando adquirimos conciencia del inquietante mandato de que tampoco elegimos nuestra identidad. ¿Dónde está entonces la libertad? El entorno y la educación, autoritariamente, determina quién debemos ser y sólo aquellos que se rebelan a tan injusto determinismo alcanzan a ver a lo lejos la leyenda que a la puerta del templo de Delfos reza: “Conócete a ti mismo”.
Aristóteles creó un sistema filosófico mediante el cual pretendió definir las cosas en relación a cuatro causas o razones (entendiendo la causa como los factores que intervienen a la hora de entender los procesos): causa formal, causa material, causa eficiente y causa final. La causa material es la materia que constituye las cosas; la causa formal es el diseño, la estructura, la configuración, la apariencia, la imagen, el aspecto, el formato de las cosas; la causa eficiente es el productor de la cosa en sí; y la causa final es el propósito de las cosas, el motivo de su existencia o la razón a la que se dican.
La causa formal de un ser humano sería el color de su piel, su altura, su complexión, etc; la causa material son las células que componen nuestro organismo y los diferentes elementos minerales que componen a éstas; la causa eficiente es quién nos creó: nuestros padres-la naturaleza-Dios…; y nuestra causa final es el propósito de nuestras vidas, lo que hacemos de nosotros mismos.
Habida cuenta de todo los dicho, en la síntesis de las causa aristotélicas quizás radica nuestra identidad. Pero, no sé, como que Aristóteles se queda corto. Sartre decía que un hombre es lo que decide hacer con lo que hicieron de él. Y quién de los que lean estas palabras ha decidido reconquistarse a sí mismo y tener una cita a solas con su verdadera identidad en el corto espacio de vida que nos queda en ese “resto de nosotros mismos” cuando conseguimos liberarnos de la enorme carga familiar, religiosa, ideológica, social, laboral con la cual el statu quo imperante en cada país nos alinea, esclaviza y enajena.
¿No es en el fondo un autómata quien mira a través de nuestros ojos? ¿No somos acaso loros repitiendo las consignas de los diferentes dioses menores que piensan por nosotros, o lo que es peor de todo: alimentando la inercia de dioses menores muertos? ¿No son quizás autómatas muchos de los que polarizan este foro y lo sumergen en un vórtice de discusiones y pleitos tan interminables como bizantinas?.
¿Quién mira a través de tus ojos?
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