G. Bruno, en su “de Vinculis in genere” (laxamente traducido por “de los Vínculos en general”) dice que el desmedido afán de liderazgo, que no deja de ser sino una perversión del poder, es eso -ni más ni menos; un sustituto del placer erótico- ¡Vamos, pura feromona, que fuerte!
Te lo aclaro: Le Bon ya lo sospechaba cuando escribió “Psicología de las masas” y Freud, “Psicología de las masas y análisis del yo” pero G. Bruno da las pautas para el manejo o manipulación (vínculum) eficaz del grupo humano quinientos años antes de que teorizaran estos escritores. ¡Qué puntazo, amiga!
Te lo aclaro: Le Bon ya lo sospechaba cuando escribió “Psicología de las masas” y Freud, “Psicología de las masas y análisis del yo” pero G. Bruno da las pautas para el manejo o manipulación (vínculum) eficaz del grupo humano quinientos años antes de que teorizaran estos escritores. ¡Qué puntazo, amiga!
Esto dice el profesor Culianu de la filosofía de G. Bruno:…” El hombre creado por la naturaleza como un ser que "desea" e intenta hallar satisfacción y completitud fuera de sí mismo, está en el centro de la obra de Giordano Bruno. El deseo humano es de naturaleza conectiva, busca la unión, es por lo tanto primariamente erótico -en el significado más espiritual y abarcador de la palabra- y puede abarcar tanto los elementos instintivos como las contemplaciones místicas”…
La idea bruniana postula el crear la ilusión en la masa o grupo, de que el líder ofrece total y desinteresadamente la “unicuique suum” de Justiniano, o sea “lo que a él le corresponde, lo que merece”. (O como diría un castizo…” ¡lo que me corresponda, porque yo lo valgo!”) difícil y sutil operación que requiere conectar -o aparentar conectar- con los deseos del manipulado y “vincularlo” al grupo.
Esta ilusión debe ser perfecta. La devoción por el líder (devotio magistri) debe resultar -o aparentar ser- individualmente placentera y gratificante para el devoto.
Y sigue comentando Giordano Bruno en su “de Vinculis in genere”:
«Todos los afectos y “vínculos de la voluntad” se reducen y se refieren a dos: la repugnancia y el deseo, o el odio y el amor.
Sin embargo, el odio se reduce él mismo al amor, y por ello resulta que el único vínculo de voluntad es el eros.
Está demostrado que todos los otros afectos que una persona puede sentir sólo son, tanto formalmente como fundamental y originalmente, amor. Por ejemplo, la envidia es amor de alguien por sí mismo, y no soporta ni la superioridad ni la igualdad del otro; el mismo principio se aplica a la emulación. La indignación es amor por la virtud [ ... ]; el pudor y el miedo… no son más que amor por la honestidad y por lo que da miedo” y lo mismo “se puede decir…para los otros afectos”